¿Literatura
infantil?
No resulta fácil definir
qué es la
Literatura Infantil sin
apelar al recorte de un corpus, a un canon. Algo cambia y algo permanece. Algo
se configura continuamente, es dinámico. Porque, para empezar, definir infancia
es una aventura compleja. Cambia la perspectiva según los contextos y las
miradas. Si pensamos que no hace mucho tiempo (para el tiempo que mide las
edades de esta humanidad con escritura) ni siquiera existía la infancia. No
había nombre para esa época de la vida, ni bienes culturales que le fueran
destinados.
Pensar la infancia de un
niño de los cerros de Jujuy no es lo mismo que pensar la de un niño de ciudad.
Y en la ciudad la representación de infancia de un niño que habita los
barrios de la pobreza no es la misma que la de un niño de clase acomodada.
Digo, la representación que ellos mismos tienen de sí. A la que uno puede
acercarse escuchando sus propios relatos. Cuando uno dice “niño” aparece de
inmediato una representación genérica que excluye tantísimas otras zonas. Y lo
que no conocemos, o no viene de inmediato a nuestro imaginario cuando nombramos “niño”, existe. Y tal vez
sea mayoría, mayoría dispersa por estos rumbos. Una mayoría en la que no nos
detenemos los que formamos parte de la industria cultural. Y no estoy
postulando la necesidad de literaturas infantiles para los distintos tipos de
infancia. Solo me permito sospechar la trampa en la que podemos caer cuando
pensamos “lo infantil” como un genérico que se impone. Un estereotipo hecho de
la evidencia empírica de los adultos que se relacionan con los chicos y
producen objetos culturales destinados a ellos.
Entonces, la literatura.
Pero ¿cómo pensar una literatura que efectivamente estará destinada a los niños
sin pensar en ellos? ¿Y cómo pensar en ellos sin caer en estereotipos? Cada uno
de nosotros conjetura una respuesta desde su ámbito. Porque cada quien pondrá
el foco de acuerdo a su relación particular con el objeto que estamos
interrogando. Los editores tendrán algo para decir, los creadores (escritores e
ilustradores) los mediadores, los especialistas, los diseñadores de políticas
de lectura del estado, los libreros… En fin, me parece que la respuesta será
dinámica y polifónica. Y tendremos coincidencias y divergencias.
¿Ese libro es
literatura? ¿Es infantil? ¿Para qué edad? ¿Les gustará? ¿Se venderá? ¿Trata
sobre universos cercanos al niño de hoy? ¿Es dinámico, entretenido, actual? ¿Lo
elijo? ¿Lo selecciono? ¿Lo publico?
Y entonces los invito a leer:
Por tierras de pan llevar
Juan Farías
Miñón S. A. 1987
“A la abuela de Ismael
la llamaban Loba y era una mujer despreciada. Gruñía más que hablaba y puede
que estuviera loca. Las gentes de bien, por no verla, le azuzaban los perros o,
a pedradas, la hacían correr por el camino de salir del pueblo.
La loba era el pecado de
muchos. Hubo quien por ver en ella una trampa del Diablo, la roció con agua
bendita y después quiso prenderle fuego.
También hubo quien,
después de despreciarla y maldecirla delante de todos, salió en la noche a
darle caza, que era fácil, que sólo había que cebar los cepos con vino y pan
caliente.
La loba, en invierno,
buscaba cobijo en las cuevas de la arcilla. Allí se encogía entre la paja y
trapos, a frotarse las manos y cantar hechizos para que el frío no le doliese
en la piel.
En los Mayos, la Loba bajaba a los borrachos
solitarios y también a agazaparse entre los trigos, a espigar para luego
comerlo crudo.
A veces la olfateaban los perros o los gañanes de
mala entraña y unos y otros iban por ella.
Algunos decían: “Pobre
mujer”, pero muy pocos la dejaban arrimarse al fuego.
Un mes de Mayo, la Loba , embarazada de Dios sabe
quién, parió una niña. Parió sola, sin nadie que le dijese cómo. Pasó Julián,
vio y quiso ayudar, pero la Loba
empezó a morir de mal parto.
“Muérete y descansa,
mujer” dijo Julián y prometió cuidar de la niña.
Julián allí mismo, cavó
una tumba, cavó hondo por guardar bien y rezó lo que sabía bueno para ánimas.
Así nació la madre de
Ismael.”
Y me quedo conmovida,
encendida y atravesada por esta prosa que vaya a saber si hoy se publicaría, se
vendería, (si no tuviera el nombre de Juan Farías en la portada) Si por estas
latitudes encontraría lectores.
No sé. Ojalá sí. Yo solo
me pregunto.
Y claro que lo
recomiendo. Claro.