De
la literatura y los haceres en la escuela
Hace unos pocos días
tuve la fortuna de participar de una mesa de escritores cordobeses junto a
María Teresa Andruetto, Lilia Lardone y Mariano Medina con la exquisita
coordinación de Carolina Rossi. Hacia el final de la charla se suscitó un breve
debate. Hablábamos a propósito de la literatura en la escuela. Y vino a cuento
la cuestión de “trabajar” un texto. Opinábamos sobre este trabajo, planteábamos
que parece deseable poner el foco en lo literario. Es decir, que aquello de
tomar un texto literario para ver los sustantivos y los adjetivos no parece el
mejor camino para formar lectores de literatura. Acá deben disculpar las
trampas de la memoria. Es para mí imposible recordar las intervenciones con
fidelidad. Permítanme entonces plantear la idea general.
Pensábamos,
conversábamos entre nosotros y con la gente, sobre estas cuestiones y
tratábamos de profundizar sobre lo que significa “trabajar” el texto. Nos
preguntábamos si no se corría el riesgo de caer en estas cristalizaciones de
ideas por desgaste de las palabras. Si no era posible reducir el sentido de los
conceptos como sucedió con aquel “placer de leer” que abordó Graciela Montes en
“Una vuelta de tuerca”. Porque ¿quién sabe qué hacer con la literatura? Leerla,
se me ocurre contestar en primera instancia ¿y después? ¿es posible hacer algo
más? ¿sabemos nosotros mismos qué hacer con nuestras lecturas? Es un terreno que
cae de lleno en la intimidad, en el devenir subjetivo de cada lector. En
un espacio de enorme fragilidad.
Entonces ¿qué
enseñamos? Y es aquí donde puede sentirse como una parálisis. No puedo hacer
nada más que leer.
¿No puedo hacer nada
más que leer? Leer es mucho pero ¿y si esas lecturas me disparan fuera del
texto literario a otros ámbitos, a otros discursos.
Todos vamos y venimos
en la vida por diversos textos y discursos. Todos leemos para conmovernos y
también para aprender cosas. El miedo a equivocarse puede ser paralizante. Los
escritores leemos textos informativos o enciclopédicos para documentarnos.
Vamos y venimos. Y como lectores sabemos bien qué buscamos en cada caso. Aunque
con frecuencia uno encuentre más de lo que buscaba. Y hasta sea un misterio lo
que ha encontrado ahí.
Entonces, me quedé
pensando. Es posible que sea más interesante el “cómo” que el “qué”. A ver si
puedo explicarme mejor. Parece tan importante encontrar respuestas sobre qué
hacer con el texto literario que ocupa un primer plano con pedidos de
recetas y fórmulas. Sin embargo, cómo hago las propuestas, las invitaciones, me
parece clave. En principio la indagación personal acerca de la propia relación
con lo literario. De honestidad y compromiso subjetivo. Parece difícil,
intangible, inasible. Pero sospecho que es lo que me va a permitir una
posición. Y la posición del mediador me parece crucial. Su formación profesional,
lo que va a habilitar un deslizarse por campos diversos sin perder el pie en lo
literario.
Y recordé un libro que
amé durante mi infancia: El sol albañil. De Ernesto Camilli. Un texto curioso,
en el borde. Un poco libro de lectura, manual,
pero en mi opinión definitivamente literario. Sus relatos desgranaban sustantivos, verbos y adjetivos como uvas de un racimo que respiraba literatura. Se olía la pasión del maestro por la lengua y sus confines. Su posición se colaba en la propuesta.
pero en mi opinión definitivamente literario. Sus relatos desgranaban sustantivos, verbos y adjetivos como uvas de un racimo que respiraba literatura. Se olía la pasión del maestro por la lengua y sus confines. Su posición se colaba en la propuesta.
Sigo pensando en que
la clave es cómo hacer para invitar a los lectores a que habiten un texto. Y el
“cómo” me parece que se despliega, abarca el “qué”, lo acuna y lo contiene.
Y hace que uno anude
sus recuerdos más felices al “quién”.
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ResponderEliminarHola Laura!!! Gracias por este texto. Para quienes estamos en la formación de los futuros docentes es una tarea a veces faraónica, la de la relacion entre escuela y literatura. Siempre pensé que la Literatura (que es el oxígeno para mi vida), no se enseña. Así se lo digo a mis alumnos, que se ven desconcertados, con esta afirmación. Creo que la Literatura se transmite con todo lo que uno es, que es, esa pasión por las historias y por lo sutil del poema, que uno acerca a un otro a las palabras.
ResponderEliminarAmo a Ernesto Camilli, como docente, jugabamos con los chicos con sus preguntas y la clase se llenaba de poesía.
Gracias por tus palabras, que ya las compartí con mis contactos.
Biblioabrazos.
Beatriz Re
Casilda - Santa Fe
Gracias Beatriz, ahí vamos. Gente como vos en tu lugar marca la diferencia.
Eliminarabrazo!
Laura