Premio Hispanoamericano de Poesía Para Niños
Palabras de agradecimiento
Hoy
quisiera, si me permiten, tomar este espacio para el puro agradecimiento. Y quisiera que las palabras encerradas en
este papel se hicieran pájaro para volar hasta las personas que me acompañaron
en el camino.
Y
son tantas.
Las
que tuvieron cuerpo de libro y me llegaron desde tiempos y lugares remotos para
confirmar que hay algo de humanidad que conmueve más allá de las distancias. A
cada obra, a cada recuerdo, a cada olvido.
También
a la voz de mi mamá que tejió para mí un nido de poesía. Y aunque no estuvo
demasiado pronto, estuvo para siempre.
A
Laura Devetach por aquella tarde, por su modo de estar en el mundo, por su
hermosura hecha palabra.
A
María Teresa Andruetto por su convicción de trabajo empecinado sobre la letra,
de cincel para buscar el resplandor perdido.
A
mis compañeros de CEDILIJ por estos años de espigar entre los libros para
chicos esos que acortan distancias, que con unas mismas palabras encarnan
emociones que no tienen edad para entrar en el cuerpo. Y por su trabajo
silencioso, anónimo y convencido de multiplicar las oportunidades. Porque me
enseñaron que no da lo mismo el modo de invitar
a habitar un libro. Me enseñaron a ponerle el cuerpo a la belleza. Al convencimiento
de que el arte es el camino.
A
Iris Rivera y a mis compañeros poetas por la generosidad para leernos de ese
modo detenido que entiende que cada gesto en la escritura es una evidencia de
lo ausente, y por eso, una presencia.
A
la Fundación Para las Letras Mexicanas, al Fondo de Cultura Económica de México
por este espacio que abre las puertas a las culturas que impregnan nuestra
lengua compartida. Y al jurado, Susana Ríos Szalay, Emilia López y Mercedes Calvo,
que eligió mis poemas entre tantos. Gracias, elegir es un acto de humanidad
profunda.
Un
premio como éste da la oportunidad para que asomen al mundo literaturas
sueltas de los “apremios” del afuera, menos esclavas a necesidades que no son
las del escritor. Y me parece que es un acto político de resistencia, de
defensa de la utopía de libertad, de apuesta a la creación sobre todas las
cosas. Escribir envueltos en el misterio del propio deseo al que conduce la
escritura. ¿Qué haríamos los que elegimos la búsqueda desde cualquier rincón del
arte si no hubiera lugar para el deseo?
Finalmente
agradezco al poeta Roberto Juarroz por su poesía que me invitó a seguir el juego
de sus versos: Existe un
alfabeto del silencio, pero no nos han enseñado a deletrearlo.
Y tiré del hilo
y salió esto que ahora les convido:
Ema salta
Hay un silencio en el silencio
que guarda
la música del mundo.
Murmullos de mar
en el fondo oscuro
de las caracolas
—y en lo profundo—
sinfonía de peces
aguavivas
sombras de gaviota.
En la noche hay grillos,
una luna que a su modo canta.
Hay en el silencio un silencio
que guarda
la música del mundo:
la siesta borda
el camino a las amapolas
y las libélulas.
Ema se
desliza
y
salta
del
silencio
al
mundo que flota
detrás
de las
palabras.
Escribí estos poemas con el corazón puesto en mis
propias búsquedas, de ánimo muy terrenal y sereno. Poemas que brotaron de la
contemplación y lo que revela:
Ema y los pájaros
El
sol hundió las manos
en
la tierra
cavó
hasta el fondo
y
dejó
una
semilla minúscula
negra
como
la oscuridad más oscura
como
clave de sol
o
una duda.
La
semilla brotó
fue
mirlo
y
voló.
A
veces bajo el árbol
un
signo de pregunta
picotea
lombrices
y
canta al cielo
(mirlo
es eso,
pozo
profundo
música
del sol
una
luz).
Ahora
vuelvo al silencio que es el lugar adonde nacen todas las palabras. Pero
quisiera que mi agradecimiento se fuera con ustedes, con cada lector que acompaño y no conozco
(pero nos conocemos tanto) y que en ese lugar secreto y precioso pudiéramos
encontrarnos:
Ema
regresa al silencio en el silencio
que guarda
la música del mundo:
en una
tetera,
en los
bolsillos,
en el
corazón oscuro de una naranja.
Ema trae entre las manos
semillas nuevas
para que broten nuevas las
palabras.
Muchas, muchas gracias.
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