viernes, 9 de marzo de 2018


La espigadora

(A la Susi Allori)

Hace unos días leí en las redes un comentario sobre la obra de Agnès Varda, y después un título: Los espigadores y la espigadora. Algo que se nombra de ese modo es para mí, pensé. Y agradecí el link incluido. 
Hay un espigar en la red que practico,  a veces la cosecha es buena.
Vi la película.
Un ensayo visual decía alguien por ahí. Poesía se me ocurrió. O más bien algo que anda un poco suelto entre una cosa y otra. Me gusta muchísimo. Es la deriva de espigar, dejarse llevar por un perfume en el aire, una luz, un yo qué sé qué cosa que impregna la búsqueda.
Volví a ver la película. Dos veces más.
Creí que iba a escribir algunas ideas sobre poesía por eso transcribí fragmentos y me detuve muchas veces. Pero no. No voy a hacer eso.
Ayer fui al Ejército de Salvación, es un lugar adónde alguna gente lleva cosas que no necesita y otra compra a muy bajo precio. No es la primera vez. Hace muchísimo, cuando empezaba a amueblar una casa en la que viví por más de veinte años, conseguí un mueble de pino con alzada de madera, líneas simples, vidrios, espejo y estantes. Pagué tan poco, creo que la pintura que usé para renovarlo fue más cara.
Hace un año me separé, me fui de esa casa y allá quedó el mueble y también una pequeña fuente que compré en el mismo lugar aquel día y que por mucho tiempo hizo de estanque para lirios espigados del río, ahí nomás, a un paso. No lo recordé hasta que volví al Ejército de Salvación y por muy poco dinero traje cuatro sillas. Hoy durante toda la tarde limpié, tapicé y reparé y, mientras trabajaba, conversé con la película. Y mientras quitaba tachuelas herrumbradas pensaba en que hay tantas razones para elegir lo viejo, lo descartado, lo que ya no tuvo lugar en la vida de otros. En la belleza narrativa del paso del tiempo, en la nobleza de un material que ha resistido –incluso- el descuido. No solo espigo por el costo, espigo por el hallazgo. Porque sé que ningún objeto nuevo va a ser portador de esa belleza. Y el acto de creación sobre el objeto lo hace mío de un modo pausado, lo veo salir de mis manos, respirar conmigo, es una especie de danza el trabajo sobre las cosas y también yo salgo distinta, más dueña de mí, y más dueña de eso que entiendo de otro modo, lo entiendo con el cuerpo.
Ahora sí vuelvo a la escritura y pienso en estos textos salidos del descarte. Eso que viene de pronto y hay que sentarse a escribir porque algo te lleva y no responde a las leyes de la ficción, ni a la pericia técnica. Eso que tiene una imperfección untuosa de atmósfera íntima, un trazo en el aire tomado al vuelo, el fruto maduro que pende de la rama, ni un día antes, ni un día después daría ese sabor exacto. Eso que no es ensayo, ni poesía. O es las dos cosas. 
Y es la vida.


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